• Limpiarlo eliminando cualquier material de desecho, piedras, maleza u otros.
• Labrar el terreno, unos 20 o 25 centímetros de profundidad, utilizando implementos de labranza.
• Desmoronar y triturar muy bien la tierra.
• Fertilizar el terreno preferiblemente con abono natural. Es recomendable utilizar fertilizantes naturales, para evitar la contaminación de la tierra.
• Después de que el terreno está preparado, se hacen surcos y se colocan en ellos las semillas previamente seleccionadas, dejando el espacio necesario entre ellas. (Investigar lo que necesita cada planta).
• Regar con abundante agua pero sin excederse, de preferencia en horas de la tarde o en la mañana antes de que salga el sol.
• Cercar el huerto para que algunos animales no lo destruyan.